9.4.08

III. Estado Divino

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CAPITULO III

LA DIVINIZACION DEL ESTADO

1. Origen divino del poder del Estado.


El Estado ha sido considerado, en todas las épocas, por algunos teóricos, como de origen divino. Esa consideración teórica es de mucho relieve en los imperios antiguos del Oriente Anterior o Cercano Oriente, que abarca los Estados de Babilonia, Asiria, Persia y egipto, este último en el Noroeste de Africa.

En los regímenes autocráticos o despóticos del Asia Menor (Caldea, Siria, Persia, Sumeria), Asia Mayor (China, Indochina) y Meridional (India), el Estado se había establecido sobre la base de la división social en clases, y de la esclavización de los hombres sometidos por la fuerza; pero este hecho era ocultado a los súbditos.

La forma de este Estado es una "Despotia", o sea una Monarquía autocrática y teocrática, en la que todo el poder del Estado se concentraba en las manos del "Déspota" o monarca, que se apoyaba en el aparato burocrático; que controlaba el trabajo de los esclavos y en el ejército que sometía, con crueldad a los trabajadores. Este déspota con su familia, la casta sacerdotal, la extensa burocracia y el numeroso ejército, constituían la clase dominante y gobernante; y para justificar su dominio proclamaban el "origen divino de este poder del Estado".

Los ideólogos de este régimen estatal predican la desigualdad humana; el sometimiento de los trabajadores (esclavos), la sumisión y la obediencia de todos al monarca, e incitan al poder supremo del déspota, a mantenerse intocable, por medio del castigo y del terror. En cambio, en la conciencia de los sometidos, o mejor dicho, de los esclavos, su disconformidad se manifiesta como rebelión o protesta contra el abuso de poder.

2. Egipto antiguo

En el Egipto Antiguo, que se configuró como Estado Esclavista, en el cuarto milenio antes de Jesucristo; el "Faraón" era un ser endiosado. La clase gobernante divulga la idea de que el faraón es un dios terrenal, continuador de la divinidad de los dioses del cielo, y a quien tributan un culto fanático, llamándolo "Hijo del Sol", "Hijo del Cielo", etc. El faraón es eterno, no muere sino que reposa y luego se convierte en el "Dios Osiris" (que es el Sol).

Todos los acontecimientos políticos y sociales son considerados por la ideología de la casta faraónica dominante, como expresión de la voluntad de los dioses celestiales y terrenales (los faraones). En el libro "La Sabiduría" de Pta Hotep, ideólogo de la clase superior gobernante, que apareció a principios del tercer milenio A.C., sostiene que la desigualdad social es natural; que el hombre trabajador es malo porque ocupa una posición inferior en la sociedad, y el hombre que ocupa cargos administrativos en el Estado, es valioso y noble; predica a los inferiores la resignación, la obediencia y el sometimiento; frente al superior, el inferior debe estar quieto y subyugarse; el inferior debe saber que su bienestar depende de la buena voluntad de los nobles y del poder de los ricos.

3. Mesopotamia y Asia Menor

A principios del cuarto milenio A.C., en Mesopotamia y en toda Asia menor, empezaron a florecer pequeños estados, cuyo centro principal eran ciudades, de las cuales, unas han pasado a la historia: Ak Kad, Ur, Babilonia, entre otras. Esta última tuvo su florecimiento en el Siglo XVIII A.C. y fué el centro unificador y cultural de muchas otras pequeñas ciudades o estados. El unificador fué el rey Hammurabi, el del famoso Código.

La ideología política, en este reino, está impregnada de ideas religiosas: el destino de los pueblos y de los hombres está determinado por la voluntad de los dioses. Todas las tesis de la clase gobernante respecto del poder de los reyes, tienen su base religiosa en el Código de Hammurabi, que dice: "Los dioses designaron a Hammurabi para gobernar a los cabezas negras la plebe ". Se dice que Hammurabi es la encarnación del dios del cielo, del dios de la tierra, del dios protector de Babilonia y del dios del sol, de la luz; y todos los demás dioses le prestan protección y ayuda.

4. Evolución del Estado en la Grecia antigua

a) Los primeros habitantes del Peloponeso y de toda Grecia continental fueron los Pelasgos, que quiere decir "grullas" o "aves migratorias". Ellos llegaron del norte en el siglo XXV A.C. a la época del arribo de las aves migratorias. Eran de origen ario.

En el siglo XX A. C., llegaron los aqueos, también del norte y de origen ario, fusionándose pacíficamente con los Pelasgos, comenzando desde entonces a echar los cimientos de una maravillosa cultura que culminó en el siglo VI A.C. En este punto tenemos que recordar que también la cultura griega fue influenciada por las civilizaciones desarrolladas en Mesopotamia, Fenicia, Siria, Egipto a través de las Islas de Creta, Chipre y de otras tierras insulares del Mar Egeo.

Estos pueblos del cercano oriente crearon el Estado unos siete o seis mil años A.C., alrededor de una diosa de la fecundación y de un dios fecundante inseparables; así, por ejemplo, en Sumeria, que después fue Caldea, la diosa era Istar (mujer con cabeza de serpiente) y Tamus o Tamusti; en Egipto eran Isis (la Luna) y Osiris (el Sol). Era un Estado teocrático manejado por los sacerdotes. Pero los propietarios independientes se rebelaron pronto contra el dominio sacerdotal y establecieron su propio gobierno bajo el mando de un Rey que también obedecía el culto al dios. La diferencia entre uno y otro Estado era fundamental: el primero se basaba en un dominio de la tierra; el segundo en la libre empresa que desarrolló las artesanías, la industria, el comercio, etc., que obligó a la creación de una legislación apropiada que culminó con el Código de Sargón (siglo XVIII A.C.), el Código de Hammurabi (2067 A.C.)

Estos aspectos de la cultura política, como otros modelos en las artes, las industrias, la agricultura y el comercio, fueron trasladados al continente europeo.

En Creta la diosa de la fecundación era Astarté (la Luna) y el dios fecundante era el Minotauro (hombre con cabeza de toro) siendo tomado de los dioses fenicios Astarté y Baal-Moloch (dios con forma de toro). En el Atica, Kodro, un conquistador egipcio funda la ciudad de Atenas bajo la tutela de Atenea (1717 A.C.) que era la diosa de la fecundación del pájaro y la serpiente, y Zeus el dios fecundante; más tarde Atenea se transformó en la diosa de la guerra, la paz y la sabiduría.

b) Los pelasgos y los aqueos fusionados ejercieron un dominio continental en el Peloponeso, Beocia, Tracia, Tebas, Arcadia, Atica, Isla de Eubea. Esta cultura aquea culminó con las grandes proezas de los argonautas dirigidas por Jasón, la muerte de la Medusa Gorgona realizada por Perseo y la muerte del Minotauro realizada por Teseo (sucesos que se ubican alrededor del siglo XV A.C.).

Los acontecimientos de la guerra de Troya tuvieron lugar en el siglo XIII A.C. destacando la personalidad de los hijos de Atreo, Rey de Corinto, que fueron Agamenón, Rey de Reyes (Argos, Micenas, Corinto) y Menelao, Rey de Esparta. El Congreso Anfictiónico verificó la gran unidad del pueblo aqueo en contra de los troyanos. Los reinos aqueos estaban basados, unos en el dominio territorial, otros en la riqueza mobiliaria, en los Estados-Ciudad, donde dominaba una clase emprendedora, que debido a su espíritu de empresa, desarrolló una ideología individualista que es el sello distintivo de la civilización occidental; y otros, basados en una nobleza gentilicia, de economía agrícola.

Recordemos que la guerra de Troya tuvo por objeto la conquista del Estrecho de los Dardanelos (Helesponto) y del Mar Negro (Ponto Euxino), entonces en poder de los troyanos; la recuperación de Helena de Menelao fue sólo un pretexto.

c) Los dorios, también de origen ario, procedentes del norte, invadieron Grecia en el 1220 A.C. a fines del siglo XIII, destruyendo toda la civilización construida por aqueos y pelasgos. Establecieron un régimen militar esclavista dividido en castas, semejante al de sus congéneres arios en la India. Sometieron a los aqueos y pelasgos, muchos de los cuales emigraron al Atica, Eubea e islas del nor este del Mar Egeo, fronterizas al Asia Menor, región que después se llamó Jonia, en donde se establecieron libremente, defendiéndose de la persecución de los dorios.

Homero y Hesíodo son de estirpe pelasga y aquea; vivieron en el siglo IX y VIII A.C., respectivamente.

d) El legislador Licurgo fundó el Estado de Esparta o Lacedemonia en el año 750 A.C. que duró hasta el año 450 A.C. El Estado espartano de Licurgo era de tipo comunista-esclavista.

El Estado espartano estaba organizado así: todo el territorio estaba dividido en parcelas o latifundios gobernados por tres "gens" (familias o tribus dorias), estableciendo una nobleza gentilicia (por la sangre o nacimiento) que ejercían el poder político exclusivamente; estas familias no trabajaban y se dedicaban a ejercicios militares y de la guerra. Eran la casta superior espartana. La segunda casta la formaban los "metecos" que eran aqueos y pelasgos ricos quienes ejercían la agricultura, el comercio y la industria. La tercera casta la componían los "periecos" formada por los aqueos y pelasgos que ejercían las artesanías y oficios manuales. Y la cuarta casta eran los "ilotas" o esclavos compuestos de aqueos y pelasgos muy pobres que ejercían los menesteres manuales mas bajos. Todos estaban obligados a pagar tributos a los nobles dorios. Sin embargo, todos los sometidos eran libres de ejercer sus cultos y conservar sus tradiciones.

La diosa de la fecundación era Deméter y el dios fecundante era Zeus o Dionisos.

De igual modo fueron gobernados todos los territorios sometidos por los dorios. El sistema fue conservado en el Código de Gortina, redactado por el escritor dorio-cretense Talitas de Gortina (700 A.C.).

e) En el año 700 A.C., Sidón, jefe dorio que gobernaba Corinto se defendía del asedio de las organizaciones aqueas y pelasgas que buscaban su libertad. Los aqueos y pelasgos habían desarrollado la riqueza en el espíritu empresarial y laboral y reivindicaban sus derechos políticos y sociales.

En 670 y 657 A.C. los jefes aqueos de Tesalia y Corinto, Ortagoras y Sixeles, derrocaron la tiranía de los dorios y la dominación de los aqueos y pelasgos ricos.

En 605 A.C. en Mileto, Trascíbulo implantó la tiranía en contra de los sectores gobernantes e hizo obras que beneficiaron a la plebe.

En 600 A.C. Solón elabora para Atenas una Constitución protectora de la clase media y los trabajadores.

En 561 A.C. Pisístrato, pariente de Solón, impone la tiranía para establecer la democracia a favor de los sectores pobres, construye templos y recopilas las obras de Homero y Hesíodo.

5. India antigua

A mediados del quinto milenio A.C., ya los habitantes de la India Antigua, vivían en ciudades rodeadas de grandes muros para su protección; eran agricultores y artesanos que fabricaban herramientas diversas y objetos de cobre y de bronce. A principios del segundo milenio, fueron conquistados por tribus arias procedentes del norte; quienes impusieron un régimen de castas. Los primeros Estados esclavistas se formaron en la India a comienzos del primer milenio A.C..

La ideología política de la antigua India, está concentrada en los libros religiosos llamados los Vedas (los que ven los videntes), el de la epopeya, el Mahalbarata (que son los más antiguos) y el Código de Manú (Siglo III A.C.), se exponen las concepciones políticas de entonces. Estos textos predican la total desigualdad del género humano y presenta, como una creación de la divinidad, la división de la sociedad en castas hereditarias. Esas castas son: los brahamanes, casta superior, nacida de los labios del Señor del Mundo, Brahamos; los chatrias, militares, han nacido de sus manos; los vassias, agricultores, comerciantes y artesanos, han nacido de su pecho y caderas; los soudras, trabajadores esclavos, nacidos de sus piernas; y los parias, personas marginadas y sin derechos, han nacido de sus pies. Los círculos de cada casta, son infranqueables. El Brahamán es considerado en el Código de Manú como un ser divino, sagrado y omnipotente.

El Código de Manú alaba al rey como primer elemento importante del Estado, destacando su poder ilimitado. Manú es el primer hombre en la mitología Indú. Es la personificación del amo del mundo, y está formado por el brillo de todos los dioses. El rey debe defender el régimen de castas, salvaguardar la ley sagrada y cumplirla en sus relaciones con el pueblo. Pero también, el rey está supeditado al consejo de los brahamanes; acatar esos consejos y ser ejecutor de la voluntad de éstos; debe protegerlos en sus intereses; no debe provocar su descontento y su ira, pues los brahamanes pueden aniquilarlo con su ejercito.

6. China continental

Algo análogo a lo visto anteriormente, sucedió en los grandes valles del Hoangó y el Yant tse quian, en la China Continental. La historia no ha logrado penetrar, todavía, en el conocimiento del establecimiento y organización de las tribus mongolas o de raza amarilla; a quienes, sus vecinos de las culturas situadas al occidente, les llamaban "los extraños" o "los extranjeros". En el campo de la suposición; comenzarían a establecerse a principios del quinto o antes. En el año 1950 A.C., o sea a fines del segundo milenio A.C., el soberano del río Wei, destronó a un soberano de una monarquía vecina, creando con ello, la base de un dominio imperial; al fallecer, dejó como herencia, sus tradiciones culturales; las cuales habían convergido, con toda la cultura de los principados del Hoangó.

Entre esas tradiciones culturales, de orden intelectual, estaba el conocimiento del sistema estelar y de su orden eterno. El gobierno de los hombres, es decir, el Estado, debía ofrecer una imagen terrena de ese orden. Y como en el "cielo", carece de expresión sensible, debe valerse de su elegido, es decir, de un ser sagrado, que habrá de gobernar, interpretando la "voluntad del cielo"; como expresión directa. El emperador se llamaba "Hijo del Cielo y la organización del Estado, se basaba en la jerarquía familiar y en el culto de sus antepasados, bajo estricto control; lo cual le daba una cohesión y permanencia indiscutible. El régimen político en China era la monarquía militar burocrática.

El principal ideólogo del régimen divino del Hijo del Cielo; fué Confucio, que vivió entre los años 551 479 A.C. y su influencia ha llegado hasta nuestra época. entre los muchos de sus preceptos, que hablan de la necesidad de la desigualdad social, de la pobreza, de la riqueza, de las costumbres, de los ritos, de los hábitos, etc.; destaca la esencia divina del rey, del Hijo del Cielo, el cual recibe las órdenes de lo alto, y es como el viento que sopla sobre las espigas de los trigales, y los súbditos deben ser como éstas que se inclinan cuando el viento sopla.

7. América precolombina

Ideologías semejantes se sustentaron durante los regímenes políticos de los estados griegos, del Imperio Romano y los pueblos avanzados de América (Aztecas, Nahoas o Toltecas, Mayas, Quichés, Chibchas e Incas, que ya tenían estado constituido a la llegada de los españoles), que consideraban a sus soberanos y a los miembros de su nobleza, como hijos o representantes de los dioses, y al Estado como una proyección de la divinidad en la tierra; tal como lo afirma J. Jastrov en su "Historia de la humanidad, su cultura e instituciones".

8. Cristianismo y feudalismo

Al ser reconocido por los emperadores romanos, el cristianismo como doctrina oficial, en el año 313 (principios del Siglo IV D.C.), ésta doctrina se convirtió en un instrumento ideológico de la intolerancia, fanatismo y oscurantismo. Bajo su estandarte se terminó una cerrada forma de creencias y se persiguió cruel y tenazmente a los portavoces de la cultura de aquellos tiempos. Tan decisiva fué la influencia de la Iglesia Cristiana, que en la comprensión y estudio de la doctrina de Cristo, intervinieron los mismos emperadores romanos; sobre todo, en el Imperio Romano de Oriente (Bizancio).

La Iglesia fué implacable contra toda clase de interpretaciones heréticas; y a lo largo del Siglo IV D.C. dejó totalmente establecido su sistema religioso y político. Fueron sus principales pibotes Jan Szlatous, Obispo de Constantinopla (345 401 D.C.) y Aurelio Agustín, conocido por San Agustín, Obispo de Hipona (354 430 D.C.).

Szlatous, fundamenta el proceso de feudalización de la sociedad y la organización de la población del Imperio en castas y grupos profesionales; con derechos y privilegios estrictamente especificados, para la casta superior (senadores y clero); justificaba la esclavitud y el sojuzgamiento de los campesinos libres que habían surgido por aquella época; predicaba la subordinación al poder del Estado, y amenazaba con castigos, además de los terrenales, con los del poder de Dios, al que desobedeciera al soberano. Sin embargo, decía que el poder de la Iglesia era superior al poder real del Emperador.

La doctrina de San Agustín, con respecto al Estado y al Derecho, hace resaltar la posición dominante de la Iglesia en el mundo, y preconiza un imperio teocrático militante de la Iglesia. San Agustín concibe el Estado como "una multitud unida por vínculos sociales". Para él, el Estado terrenal es inauténtico, porque sólo se reduce a satisfacer necesidades corporales por medio de la fuerza. Solo el Estado de Dios, la Iglesia (la Ciudad de Dios), es auténtica; ella posee la verdad, y sólo ella nos puede conducir a la unidad y a la paz eterna. Pero esto se realizará sólo con el segundo advenimiento de Cristo a la tierra, cuando organice un tribunal justiciero, que efectuará la separación definitiva de los escogidos y de los reprobados, de los devotos y los pecadores y ambos Estados, la Ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre concluirán su definitivo desarrollo. Sobre ésta doctrina fantástica fundamentaron los regímenes feudales de la Edad Media su dominación, la subordinación de los pueblos, así como el papa justificó su preponderancia sobre tales regímenes.

9. Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino, otro de los pilares de la Iglesia Católica, que floreció en el Siglo XIII de nuestra era (1224 1274), adaptó los fundamentos del realismo aristotélico a los pilares de la fé, expresando, con la Escolástica, que la filosofía era una sirvienta de la Teología. La idea principal en Santo Tomás de Aquino, es la subordinación de la nación en la fé de Cristo y, por tanto, en la Iglesia.

Santo Tomás dice que la esclavitud existe como un castigo para los hombres por sus pecados, y por sus necesidades económicas. Se basa en Aristóteles, en los jurisconsultos romanos y en San Agustín, para sostener esas tesis. Dice que los campesinos y que los artesanos urbanos, que son asalariados y se dedican a menesteres inferiores, no son dignos de manejar las cosas del estado. Estos forman la clase inferior; la clase media la componen los guerreros, jueces, científicos, sacerdotes y nobles y la clase superior es la gobernante.

Según Santo Tomás, El estado no puede darle la felicidad a los hombres, como sostenía Aristóteles; sino que, por el contrario, apoyándose en San Agustín, esa felicidad solo puede hallarla, con la ayuda de la Iglesia, en la vida de ultratumba; es decir, después de la muerte; y con ello fundamenta la inmovilidad del régimen feudal al que considera perfecto y de origen divino ; cuya fortaleza se funda en el "principio de poder", que es el único principio que hace posible el Estado. Esta unión del poder con el Estado, sólo es compatible con la unión que existe entre Dios y el mundo, y entre el alma y el cuerpo. Pero para Santo Tomás, el origen divino del poder, sólo se refiere a su "esencia" y no a su adquisición y utilización, pues éstas pueden ser obtenidas y ejecutadas, incluso contra la voluntad de Dios.

10. Jacobo Benigno Bossuet

Para finalizar estas notas sumarias sobre la divinización del Estado, haremos referencia a un texto famoso que sirvió de fundamento ideológico a la monarquía absoluta en Francia, en el Siglo XVII y XVIII. Nos referimos al libro escrito por Jacobo Benigno Bossuet, Obispo de Condon (1624 1704); en forma de lecciones para el Delfín (el heredero del trono de Francia, hijo de Luis XIV y de María Teresa de España), del cual fué preceptor de 1670 a 1679. Ya este soberano, Luis XIV, había dicho: "El que dió reyes a los hombres, quiso que se los respetase como a sus lugartenientes"; es decir, que este monarca se consideraba rey absoluto por derecho divino.

Bossuet escribió "La Política sacada de las Sagradas Escrituras", y también "Discurso sobre la Historia Universal" para instruir en política al heredero de la corona de Francia, inspirados ambos en la concepción divina de que la providencia es la que gobierna el destino de los hombres. No hay azar ni fortuna en la marcha de las cosas; es la Providencia la que dirige, de manera firme, las cosas de los hombres y de los Estados, y no de manera vaga e incierta, sino de manera particularmente segura: un verdadero "dirigismo divino". Tal es la concepción global de la teoría teocrática de Bossuet.

"La Política sacada de las Sagradas Escrituras" consta de diez libros, de los cuales solo los seis primeros sirvieron para la educación de Delfín; los restantes fueron escritos de 1680 a 1704.
Bossuet, en su Política, dice basarse en las "Sagradas Escrituras", es decir en La Biblia, que la Iglesia y todos los cristianos admiten, que han sido inspiradas o dictadas por Dios todas las enseñanzas que contiene; pero al estudiar el texto se puede advertir que también influyeron en el autor, pensadores como Aristóteles, Platón, los estóicos y Tomás Hobbes, el autor de "De Cive" (del ciudadano) y de "El Leviathan" (Demiurgo Demonio).

Para Bossuet, el monarca absoluto es de derecho divino. En el libro primero de la obra dice: "Libro Primero: De los principios de la sociedad entre los hombres. Artículo Primero: El hombre está hecho para vivir en sociedad. Primera proposición: Los hombres no tienen, sino, un mismo fin y un mismo objeto que es Dios: "Escucha, Israel; el Señor, nuestro Dios, es el único Dios. Tú amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Cita el Deuteronomio, el quinto libro de Moisés, del Antiguo Testamento). Pero los lazos de la divinidad son rotos por las pasiones de los hombres: es el caso del pecado original cometido por Adán y Eva y el de Caín que mata a su hermano Abel; y entonces el hombre se convierte en "el lobo del hombre".

En el libro segundo de la Política dice: "Libro Segundo: De la autoridad: "Que la monarquía real y hereditaria es la más propia para el gobierno". "Sobre todo cuando va de varón a varón y de primogénito a primogénito". "La monarquía es la forma de gobierno más común, la más antigua y también la más natural". "El pueblo de Israel se redujo a ella, siendo el gobierno universalmente aceptado".

En los libros tercero, cuarto y quinto, desarrolló los caracteres de la Monarquía, es decir, los atributos de la autoridad y del poder. Los caracteres de la monarquía son:

a) La monarquía es sagrada. Los príncipes obran como ministros de Dios y como sus lugartenientes en la tierra. "El título de Cristo se da a los reyes; los vemos llamados los Cristos o los ungidos del Señor".

b) La monarquía es absoluta. "El príncipe no debe dar cuenta a nadie de lo que ordena. Sin esta autoridad absoluta no puede ni hacer el bien, ni reprimir el mal; su poder debe ser tal, que nadie pueda escapar a él". No hay fuerza coactiva contra el príncipe.

c) La monarquía es paternal. Los reyes ocupan el lugar de Dios, Padre del género humano.

d) La monarquía debe ser invencible, bastión del reposo público que nada puede forzar. "Si hay en algún Estado, alguna autoridad capaz de detener el curso del poder público y de entorpecerlo en su ejercicio, nadie está en seguridad".

e) La monarquía está sometida a la razón. "El gobierno es una obra de razón y de inteligencia". Es decir, que el soberano debe ser razonable y para ello, tiene que conocer la ley, los negocios del Estado, sopesar las ocasiones y los tiempos, saber escuchar los consejos sensatos; conocer a los hombres, conocerse a sí mismo, y, después de todo, acostumbrarse a resolver por sí mismo las cuestiones planteadas, etc.. Estas últimas enseñanzas han sido tomadas del "Eclesiastés", uno de los libros de Salomón, del Antiguo Testamento: "Escucha, pués, a vuestros amigos y consejeros, pero no os abandoneis a ellos"...etc.

11. La Iglesia Católica

La teoría de la divinización del Estado ha llegado a su punto culminante, en el momento en que los representantes de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, encontraron los fundamentos teóricos para la dominación mundial del Reino de Cristo. Estas pretensiones tuvieron lugar desde mediados del Siglo X al Siglo XII de nuestra era; época en que ya, el poderío de la Iglesia era tan grande que los Papas se sintieron con el suficiente aliento para imponer la dominación cristiana, no sólo en el aspecto espiritual, sino también en el temporal, con la sujeción de los demás gobiernos de la tierra a los dictados de la Iglesia.

Con ésta idea, comenzó el papado a dirigir sus esfuerzos a suprimir la dependencia del clero al poder secular, a procurar la sumisión de la población a éste; y a buscar la influencia ilimitada de la iglesia tanto en asuntos eclesiásticos como seglares.

Esta pretensión la justificaba el clero, en la creencia mítica de que el Estado Eclesiástico, o sea, la Iglesia Católica, había sido fundada por Jesucristo, cuando éste le dijo a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra fundaré mi Iglesia y no prevalecerán contra ella las puertas del infierno". Es decir, que con este acto, Jesucristo instituye, de hecho, el Estado Católico, Apostólico y Romano; poniendo como su primer magistrado, Obispo y Papa, a Pedro el Apóstol. También sirven a las ideas de la dominación universal de la Iglesia Católica, las ideas de San Dionisio el Areopagita (el orden de la naturaleza reflejado en la sociedad) y de San Agustín acerca de la prevalencia del reino de la luz sobre el reino de las tinieblas.

No vaciló el papado en inventar la teoría de las dos espadas. Esta consiste en divulgar la idea de que Jesucristo, al instituir al apóstol Pedro como Obispo de Roma, le había entregado dos espadas: la del poder eclesiástico y la del poder secular; y que el Papa, al consagrar a un soberano del poder temporal, le entregaba simbólicamente la espada del poder secular, por lo cual, siempre prevalecía sobre los estados temporales, el poder supremo de la Iglesia.

Otra idea sustentada y difundida por los papas respecto de su poder divino, es la relativa a las llaves que Jesucristo le entregó al apóstol Pedro, en su concepto de portero del cielo. Siendo los papas sucesores de Pedro, es natural que tengan los mismos poderes y facultades que aquel y por tanto, ellos también poseen las llaves para abrir las puertas del cielo a aquellos que por su bendición, son favorecidos con tal privilegio. En consecuencia, con semejantes poderes, están por encima de todo soberano con poder temporal.

Los papas habían ido centralizando la organización de la iglesia. Las actas del papa Gregorio VII proclaman que solo el Obispo de Roma es ecuménico (universal católico); que solo él puede sustituir y nombrar a todos los obispos, promulgar estatutos e instituir jerarquías; que sólo el, en el mundo, puede ser denominado Papa y el único que tiene facultades para derrocar a los emperadores; sólo el papa puede dar permiso para que un Concilio sea Ecuménico; solo él puede decidir que un libro sea reconocido como canónico; nadie puede abolir sus resoluciones, excepto él mismo, por contrario imperio; nadie puede juzgarlo; pero él tiene la facultad de liberar a los súbditos de cualquier juramento que hubiesen prestado a sus soberanos.

En su lucha contra los emperadores y monarcas que se sublevaban o por lo menos se oponían a las pretensiones del mando universal temporal de la Iglesia, se plantearon muchas posiciones, o mejor dicho, diversas teorías comparativas entre los dos poderes, en las que hacían resaltar el valor superior del poder eclesiástico sobre el civil. Así están las siguientes teorías: La Iglesia es comparada con el sol y el Estado con la luna; que recibe la luz de aquel; el poder eclesiástico es semejante al oro o al día, mientras que el poder civil es como el plomo y como la noche en comparación con el primero.

Con estas doctrinas sobre el poder, el papa se atribuye la facultad de nombrar o deponer soberanos: es cierto que los reyes son nombrados por Dios, pero no obstante, quien los consagra, por mandato del mismo Dios, es el Papa, quien los bendice y los unge como tales, en actos simbólicos que la ley cristiana acepta ciegamente.

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