9.4.08

IV. Estado Natural

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CAPITULO IV

EL ESTADO CONFORME EL DERECHO NATURAL


1. La teoría del Derecho Natural

La teoría del Derecho Natural se perfiló claramente en la historia del derecho cuando en la Edad Media se fundó la escuela clásica de esta disciplina bajo los auspicios de los Santos Padres de la Patrística (San Agustín, San Ambrosio, etc.) con las novedades introducidas por la Escolástica. Pioneros en esta Escuela fueron Santo Tomás de Aquino y Duns Scoto; más tarde Altucius, con un sentido racionalista y posteriormente Tomás Moro y Tomás de Campanella con un sentido socialista utópico hasta llegar a los racionalistas como Juan Jacobo Burlamaqui, Hugo Grocio, Baruch Spinoza, Christian Tomasius y Pufendorf. Sin embargo, la teoría del derecho natural tiene lejanos antecedentes históricos en la filosofía y en la literatura, pudiéndose establecer dos corrientes ideológicas totalmente opuestas: una que se fundamenta en la fuerza biológica del hombre, es decir, en la fuerza bruta y la otra se basa en el principio universal de justicia no sujeto a la voluntad de los hombres, y anterior y posterior a todos los códigos y legislaciones de los Estados.

La más notable referencia que se tiene de la primera tesis se encuentra en el famoso diálogo "Gorgias" de Platón, en el que intervienen Sócrates, Gorgias, el célebre sofista, Polo un interlocutor indeciso y Calicles el cínico o inescrupuloso político ajeno a toda consideración pacifista. El diálogo versa sobre la retórica, o sea sobre el discurso que traslada al auditorio la argumentación para persuadir, conmover, agitar o enseñar.

Calicles sostiene la tesis de que el Derecho es la fuerza, el poder del que dispone de la capacidad de imponerse por medio de la violencia. Sócrates le demuestra que el Derecho es la ley positiva, la ley dada y mantenida por el poder del Estado.

En el sentido expresado por Calicles, la teoría del derecho natural fue sostenida más tarde por Nicolás Maquievelo, Tomas Hobbes y Rodolfo Von Ierhing y luego por los defensores del Estado racista como Gobinneau, Chamberlain, Bogor.

La segunda corriente tiene su más notable antecedente en la célebre tragedia de Sófocles "Los Siete contra Tebas", cuando los siete hijos de Edipo se disputaban el mando de Tebas; uno de los hermanos asume el poder; otro de ellos que combate por derrocarlo perece en la batalla y el gobernante promulga un decreto por el cual prohibe se le dé sepultura al cadáver so pena de muerte al que se la dé. Pero Antígona, la hermana de todos ellos se opone al decreto del tirano exclamando: "Yo daré sepultura al cadáver, porque obedezco la ley natural increada, la ley dada por los dioses, que es superior y anterior a toda ley humana".

Esta segunda tesis fue la que recogió la Escuela Clásica del Derecho Natural y la que se ha venido defendiendo en todos los círculos jurídicos hasta nuestros días.

Seguiremos paso a paso, en la medida de lo posible, la trayectoria de ambas posiciones.

2. El Renacimiento

El Renacimiento es el gran movimiento intelectual, artístico, filosófico y científico que, desde fines del Siglo XV hasta el primer cuarto del Siglo XVI, sacude a la Europa feudal con los vientos huracanados de la revolución intelectual, que insuflan nueva vida a las disciplinas del arte, la ciencia y la filosofía en todas sus dimensiones. Se trata de un movimiento que quiere retornar, por la vía directa, y no a través de las transmisiones distorsionadas del cristianismo, a las fuentes puras de la antiguedad clásica, con una visión del futuro de alegría y optimismo, a una vida que se realiza en la tierra y no, como lo hacía la teología cristiana, con una idea de ultratumba, para una existencia celestial que se verificaría después de la muerte.

El renacimiento derrumbó no solo las columnas del arte, la ciencia y la filosofía medievales; sino que también, abatió, de modo implacable, la arquitectura majestuosa del poder espiritual de la Iglesia, representado por el Papa y la del poder temporal, representado por el Emperador. Por una parte, el Papa no logró nunca un dominio absoluto y ecuménico tal como lo pretendió con ardoroso empeño, la Iglesia en muchos siglos; y, por el otro, el Emperador fué definitivamente descartado cuando se constituyeron las grandes monarquias europeas como Francia, España e Inglaterra, que le disputaron la soberanía; al mismo tiempo que le impusieron límites a las pretensiones de la jerarquía papal y eclesiástica.

Por otra parte, los nuevos descubrimientos geográficos como el de América; la nueva ruta hacia la India por el "Cabo de la Nueva Esperanza" al sur de Africa ya la ruta terrestre hacia el lejano Oriente descubierta por Marco Polo; la invención de la imprenta en 1496, etc.; todo eso hizo variar de rumbo completamente a la mentalidad de los pueblos de aquel tiempo.

Cierto es, sin embargo, que los nuevos Estados unificados de las grandes monarquías de Francia, España e Inglaterra; continuaron con sus sistemas de dominio absoluto, sobre la base de las tradiciones milenarias, en cuanto a la gestión política se refiere, es decir, justificándolas como si fuesen la expresión de la voluntad divina. Pero, a partir del Renacimiento, aparecen nuevas ideas que explican, de manera diferente, la naturaleza, la substancia, la esencia y la razón de ser del Poder Estatal. Estas ideas corren paralelas a las tradicionales formas del pensamiento político, cuya influencia se prolongó, con Bossuet y Fenelón, hasta las postrimerías de la monarquía absoluta en Francia, y con los teólogos católicos en la monarquía española representada, inicialmente, con los reyes católicos Fernando e Isabel, Carlos I, Felipe II, etc., que según sus creencias, reinaban por derecho divino.

En ese trayecto, desde fines del siglo XV hasta fines del XVII, se proyectan las grandes figuras de Nicolás Maquiavelo, Juan Bodín, Tomás Moro, Baruch Espinoza y Hugo Grocio, cuyo pensamiento político e ideas respecto al Estado, examinaremos en breves páginas.

Nicolas Maquiavelo (1469 1527), Juan Bodín (1520 1596), Tomás Moro (1478 1535), Tomás de Campanella (1568 1639) y los Holandeses Hugo Grocio (1583 1645) y Baruch Espinoza (1632 1677); fueron los representantes ideológicos de las burguesías nacientes, vanguardia del capitalismo que se iniciaba en la Europa Occidental, y cuya nueva cultura exigía nuevas visiones en las disciplinas científicas, filosóficas, morales y políticas; en contraposición a las ideas, dominantes aún, de la Edad Media y del Feudalismo, basadas en la religión y en la teología. Estos ideólogos, en las cuestiones de la política y del Estado, ya no se explican el fenómeno social por metafísico derecho divino, de una imposición de la voluntad de Dios en las cosas de los hombres.

3. Maquiavelo

Nicolas Maquiavelo (1469 1527), es abrasado por todo el fuego ardiente del Renacimiento, en su más brillante esplendor; vive toda su vida en la Florencia de los Médicis, (prestamistas que gobernaron desde 1434 hasta 1493); del Monje Gerónimo Savonarola (que gobernó desde 1494 hasta 1497) y los Borgia (1497 1507).

Maquiavelo fué el primero en basarse en la observación de los hechos; en la utilización de los datos de la historia y en el conocimiento de la psicología humana; en la ciencia política liberada de los dogmas de la religión y de la teología. Trata de descubrir las leyes que rigen el desarrollo de los fenómenos sociales.
Maquiavelo, ve los hechos conforme su naturaleza. No estudia al hombre ni sus insituciones conforme idealidades metafísicas; sino conforme su propia reacción natural espontánea.
Sobre política escribió dos obras que son muy famosas: "Discursos sobre las décadas de Tito Livio" (que habla de la República) y "El Príncipe" (que da las reglas sobre la conducta de un hombre de Estado). Esta última fué de gran provecho para todos los gobernantes del mundo entero, que han basado su política en el empobrecimiento de las clases desheredadas, la traición, la mentira, la hipocresía; sujetandose fielmente a los dictados del contexto brillante del escritor florentino, que tuvo como principal modelo al astuto, feroz, cruel e implacable déspota de la república de Florencia: César Borgia, hijo favorito del Papa Alejandro IV (Alejandro Borgia).

Examinaremos esta última obra que es donde se expresa con más nitidez el pensamiento de Maquiavelo sobre el Estado y el hombre de Estado.

a) Se propone maquiavelo en "El Príncipe", investigar "cuál es la esencia de los principados; de cuantas formas de principados hay, cómo se adquieren, cómo se mantienen y por que se pierden" (carta de Maquiavelo a Vettori). Divide los principados en cuatro clases: Hereditarios (como la monarquía francesa o española); Nuevos (cómo los que surgían en la Italia de su tiempo; dezpedazada constantemente por las invasiones extranjeras de alemanes, franceses, austríacos, españoles y por las querellas internas en que se despedazaban las ciudades entre sí, en guerras intestinas capitaneadas por "condottieri" aventureros mercenarios, que se vendían al mejor postor, cómo las ciudades repúblicas de su tiempo, dirigidas por déspotas o familias aristocráticas); Mixtos (como el reino de Nápoles en su anexión a España); y Eclesiásticos (que tienen sus propias modalidades).

b) A Maquiavelo no le interesa la justificación previa de una acción por la vía de la abstracción jurídica o filosófica; a él, lo que le preocupa, es la comprobación de la generalidad de un hecho real; el dominio desnudo de la fuerza en las acciones humanas; el triunfo de la fuerza como esencia de la historia humana. Este hecho hay que observarlo en las formas de gobierno (despotismo, aristocracia, república). Para este autor, la aplicación de la fuerza en los actos de gobierno, es simplemente un hecho natural, vanal y simple.

c) Todo principado (nobleza territorial Estado) significa una "creación de fuerza". En tener fuerza en todo estriba el Poder del Estado; tanto para adquirirlo como para conservarlo. La razón primera y última de la política del príncipe es el empleo de la fuerza; pues "la fuerza es justa cuando es necesaria", y el mejor empleo de la fuerza es la guerra. "La guerra -escribe Maquiavelo- las instituciones y reglas que le conciernen, son el único objeto al que un príncipe debe entregar sus pensamientos y su aplicación y de la cual le conviene hacer su oficio; esta es la verdadera profesión de cualquiera que gobierne, y con ella, no sólo los que han nacido príncipes pueden mantenerse, sino también, los que nacieron simples particulares pueden frecuentemente, llegar a ser príncipes. Por haber descuidado las armas y haber preferido en vez de ellas las dulzuras de la molicie, se les ha visto perder sus Estados a algunos soberanos.

Despreciar el arte de la guerra es dar el primer paso hacia su ruina; poseerlo perfectamente, es el medio de elevarse al poder". Así, pues, para todo Estado (hereditario, nuevo o mixto) en cualquiera de sus formas de despotia, monarquía, oligarquía aristocrática o república; las bases fundamentales son "buenas leyes o buenas armas"; no puede haber buenas leyes allí donde no hay buenas armas; y al contrario: "allí donde hay buenas leyes, sí hay buenas armas".

Las buenas armas, para Maquiavelo, son los ejércitos nacionales; los mercenarios no.

Para Maquiavelo el Estado es la fuerza; la fuerza del que domina; a los súbditos solo les toca obedecer. Pero estos súbditos aman la libertad, como se ha visto a traves de la historia de la humanidad, a muchos pueblos luchar y morir por ella y como el mismo vió a sus coetáneos luchar y morir en defensa de las libertades públicas que ofrecían las repúblicas aristocráticas de su tiempo (Venecia, Milán, Florencia, Pisa, Parma) que luego fueron destruidas por familias despóticas (los Médicis, Orsini, Borgia).

Los principados (Estados) deben basarse fundamentalmente, para conservarse, en la fuerza: "Cualquiera que habiendo conquistado un Estado acostumbrado a vivir libre no lo destruya, debe esperar ser destruido por él..... Tómese la precaución que se tome, hágase lo que se haga; si no se disuelve el Estado, si no se dispersa a sus habitantes, se les verá, en la primera ocasión, recordar, invocar su libertad, sus instituciones perdidas y esforzarse por recuperarlas".

4. La monarquía francesa

La monarquía francesa, uno de los grandes principados (Estado) hereditarios según Maquiavelo, y una de las grandes naciones unificadas bajo el feudalismo; era, en tiempos de Juan Bodín (1520 1596), nación dividida, escindida por las querellas entre católicos y protestantes, es decir, por las guerras de la religión.

a) El enfrentamiento entre las ideologías católica y protestante, había sido iniciado en 1517 en Alemania por el frayle Martín Lutero (1483 1542); la reforma protestante había prosperado de manera incontenible por toda Europa, especialmente en Francia, los países germánicos e Inglaterra. Estando Francia bajo el reinado de Carlos IX, católico igual que su madre Catalina de Médicis y sus hijas, prepararon la matanza de protestantes iniciada al día siguiente de la boda de Enrique de Navarra con Margarita, la hermana de Carlos IX; la noche en que se inició esa matanza se llamó "noche de San Bartolomé".

b) A raíz de estos acontecimientos, un erudito historiador llamado Francisco Herman, desde Ginebra, la ciudad suiza dominada por el fanatismo calvinista; en un panfleto llamado "Franco Galia", le hace duras críticas a la monarquía francesa y propone un gobierno, un Estado mixto, compuesto de tres elementos; la realeza como poder, la aristocracia como intermediaria y el tercer estado, el pueblo como partícipe del gobierno del rey. El primero y el tercero de estos elementos dice el panfleto son enemigos naturales y la aristocracia sería la armonizadora.

Propone, en síntesis, que el monarca puede ser revocado cuando no cumpla con los propósitos de los súbditos; en contra de la tendencia de los juristas burgueses (ya que, por ese tiempo, la burguesía hiba tomando injerencia notoria en las cuestiones políticas), que luchaban por inponer el derecho romano imperial que daba al rey un poder absoluto. A este reto respondió un grupo neutro denominado "Los Políticos", que admitía la realidad de la división de la nación francesa en ideologías religiosas contrarias. Este grupo se propone la tolerancia en materia religiosa; mantener la paz de la nación, enalteciendo la figura del rey como arbitro y protector de todos los cultos, y no como jefe de ninguno de ellos.

c) El filósofo de esta idea jus política fué Juan Bodín, el jurista autor de "Los seis libros de la República", publicada de 1576 a 1578, tres años después de la terrible matanza de nobles protestantes en la "noche de San Bartolomé". Juan Bodín fué un filósofo, jurista, historiador, político y economista, que además, escribió un interesante estudio denominado "Método para facilitar el conocimiento de la Historia" y estudios de jurisprudencia y economía.

El primer libro de la "República" se titula: "Cuál es el fin principal en una República bien ordenada", el cual comienza con la siguiente definición: "República es un recto gobierno de varias familias y de la que les es común, con potestad soberana". La esencia de esta definición es que, el autor entiende por "república", a la manera de los romanos, "la cosa pública", la comunidad política en general y no "como una forma de gobierno" que se opone a la monarquía, al imperio, a la aristocracia, a la oligarquía y que es la "forma" específica de la "democracia"; que el gobierno de esa cosa pública, de esa comunidad política, es atributo de "varias familias de la nobleza", entre las cuales está repartida la potestad soberana que ejercen en común.

Bodín, a diferencia de Maquiavelo (que se situa en el hecho concreto sin importarle justificación o legitimidad alguna), busca ante todo, un fundamento jurídico, la base legal del asunto. Sin esa base todo lo que se diga caerá por su propio peso. Para Bodín la comunidad política es un gobierno "recto", de derecho; algo que no sólo es conforme a ciertos valores morales de razón, de justicia, de orden, sino también, que encuentra su fin principal en la realización material de esos valores. La familia es el punto de partida; es, a la vez, la célula madre y la imagen y modelo de toda la comunidad política bien ordenada.

La potestad está considerada, sin discusión posible, como inherente a la noción misma de comunidad política, dice Bodín: "...la República, sin potestad soberana, que une a todos los miembros y partes de aquella y todas las familias y colegios en un cuerpo, no es ya república". Bodín, igual que los romanos, predica la soberanía como un sentimiento o concepto de fuerza y majestad.

La soberanía es, segun Bodín, una fuerza de cohesión, de unión de la comunidad política, sin la cual ésta se dislocaría. Ella cristaliza ese trueque de mando y de obediencia, que la naturaleza de las cosas impone, a todo grupo social que quiere vivir: "es la potestad absoluta y perpetua de toda República" (Estado). Perpetua, quiere decir que "está intimamente ligada a la conciencia directriz de la sociedad, bajo cualquier forma que se presente (monarquía, aristocracia, o democracia)..." (P. Mesnard).

Autoridad absoluta, quiere decir, que el soberano tiene la facultad de ordenar o suprimir la ley basado, únicamente, en su pura y franca voluntad. La primera facultad del príncipe soberano, es la de dar la ley, para todos, en general, y cada uno en particular, sin necesidad del consentimiento del más grande, del igual o menor que él... Ni la costumbre se escapa a esta soberanía; pues, "La costumbre no puede anular la ley, pero la ley sí puede derogar la costumbre" (Bodín).

Todos los signos de la soberanía están comprendidos en el príncipe (monarca, aristócratas, pueblo), decretar la guerra y tratar la paz; instituir oficios, profesiones y funciones; juzgar, en última instancia; otorgar Gracias a los condenados, en oposición a las sentncias y contra el rigor de las leyes; acuñar la moneda y recaudar tributos e impuestos; ...Todos esos signos se derivan de la facultad preciosa de la soberanía, de ese monopolio de dar y de anular la ley.

La soberanía según Bodín, puede residir en la muchedumbre (democracia) o en una minoría (aristocracia) o en un solo hombre (monarquía). La teoría de Bodín, es la de la unificación de Francia; de la unidad soberana, contra la feudalidad; cascada de dominios eminentes y de lazos jerárquicos personales; lo cual significaba la fragmentación, hasta lo infinito, de la autoridad pública, la confusión de los poderes públicos y de los poderes privados. Es decir, que la soberanía, distribuida en tantos pequeños estados feudales, perdía su eficiencia. En cambio, la dispersión feudal caía pulverizada bajo el peso de esta soberanía absoluta, armada con el monopolio de dar y de anular la ley. La burguesía de entonces, pues, estaba de parte de la monarquía absoluta, que propiciaba la unidad de Francia, en contra de los señores feudales protestantes, que proponían el gobierno mixto antes mencionado.

La teoría de Bodín tiene un doble objetivo: terminar con un Estado feudal, que consiste en un poder real disfrutado, conjuntamente, con una serie de nobles familias aristocráticas; y el otro, el de limitar las pretensiones de dominio temporal del Papa, o del poder episcopal, destacando que, el soberano absoluto, no tiene otro poder por encima de él, ni otro igual a su lado. El soberano lo tiene todo por sí mismo.

En lo demás de su obra "Los seis libros de la república", Juan Bodín, se propone descubrir las leyes que determinan los hechos sociales. En este sentido, sostiene la teoría de la influencia que ejerce el clima sobre el carácter de los pueblos, y sobre las ocupaciones de éstos afirmando, de esta manera, la influencia decisiva que los accidentes geográficos tienen sobre la vida y la historia de los hombres.

5. Tomás Moro y Tomás de Campanella

Tomás Moro, en su libro "Utopía" o "Libro Aureo", refleja el estado económico de la Inglaterra de principios del Siglo XVI, constituyéndose tal obra, en un valioso testimonio histórico, sobre la cruel explotación de las masas trabajadoras en el período inglés de la acumulación primitiva de capital, que marcó el inicio de la dominación de la burguesía.

Campanella escribe "La Ciudad del Sol", que es la descripción de un Estado utópico, a semejanza de la isla de la Utopía de Tomás Moro; inspirado por el anhelo de hallar una solución a la penosa situación de las masas trabajadoras de Italia. En ella traduce la aspiración de dicha clase, de liberarse de la opresión y de la explotación de que eran objeto, por las clases señoriales.

6. Hugo Grocio

Grocio, representante, en Holanda, de la naciente clase capitalista en el Siglo XVI, escribió su célebre tratado "Del Derecho de la Guerra y la Paz", que trata sobre los problemas del derecho internacional, del derecho en general, y del Estado en particular. Para este autor, el derecho no descansa en la voluntad de Dios, sino "en la naturaleza de los hombres".

7. Baruch Spinoza

Spinoza, es otro holandés afiliado a la corriente progresista de su tiempo, al lado de la clase capitalista que iniciaba su proyección hacia el dominio económico, social y político.

Baruch (Bernardo o Benedicto) Spinoza, pertenece a los pensadores holandeses del Siglo XVIII partidario de la filosofía jusnaturalista independiente de las enseñanzas de la religión y de la teología. Su obra capital es la "Etica demostrada por el método geométrico"; pero sus ideas sobre la sociedad y el Estado las desarrolla en sus obras "Tratado teológico Político" y "Tratado Político".

Con respecto al Derecho y al Estado es rigurosamente determinista: en la naturaleza nada hay casual; todo está sujeto a la ley de las causas y de los efectos, pues todo se realiza de modo necesario. El Derecho y el Estado tienen su fundamento en la "ley Natural" que es la expresión de la "necesidad natural". Sostiene que el derecho natural de cada individuo llega hasta donde alcanza su poder, así, los peces grandes devoran a los pequeños y éstos se desplazan libremente en las aguas mientras no son devorados; o el derecho natural de los hombres alcanza hasta donde llegan sus fuerzas o capacidades de dominio.

Todos los anteriores expositores de esa época, Siglos XVI y XVII, fueron defensores de una teoría "jus naturalista" o sea, de uan teoría del "Derecho Natural", desprendida del estudio de la naturaleza humana, aunque unos, como Maquiavelo, Bodín, Grocio y Spinoza fueron partidarios del absolutismo, aunque no fuera el rey el jefe del gobierno del Estado; y otros, como Moro y Campanella eran partidarios de un régimen socialista, que ellos imaginaban como ensoñaciones utópicas.

8. Thomas Hobbes

Un defensor del absolutismo del rey, de la monarquía, en Inglaterra, fué John Oliver Thomas Hobbes (1588 1679), o sea en los Siglos XVI y XVII, con base en las ideas del "Jus naturalismo" (la teoría del derecho natural), y no en las concepciones de la teología y de la religión. En 1634 escribió un libro titulado "Defensa de los Derechos del Rey, necesarios para conservar la Paz en el Estado". Exiliado en París, escribió en 1641 el libro "El Ciudadano" y también las obras "Del Cuerpo" (1644) y "Del Hombre" (1648). En 1651 escribió el "Leviathan", su obra capital en materia de filosofía política. Hobbes fué atacado, tanto por los monarquicos como por los republicanos (que habían tomado el poder dirigidos por Oliverio Cronwell en 1648), debido a sus ideas filosóficas materialistas, mecanicistas y ateas. Los primeros decían que era imposible justificar la monarquía que se basaba en el "derecho divino" y no en el "derecho natural" y los segundos por que se oponían a sus designios políticos y religiosos.

En Inglaterra en el Siglo XII hubo una revolución por la cual los nobles feudales le impusieron al rey Juán Sin Tierra, mediante una carta magna se establecieron los derechos de los nobles, las limitaciones del poder real y el Parlamento como órgano de gobierno. Con el establecimiento de la república, de 1648 hasta 1660 por Oliverio Cronwell y sus partidarios, el Parlamento ha jugado un papel decisivo en la historia del estado inglés hasta nuestros días.

Las ideas filosóficas de Hobbes representan una visión general de las ideas científicas y filosóficas del Renacimiento y de la Reforma protestante, a la luz del racionalismo; por eso piensa que lo infinito no puede ser objeto del conocimiento, sino sólo objeto de la fe, y de la creencia religiosa y Dios sólo es un esquema de la Teología. La filosofía de Hobbes es esencialmente sensualista y mecanicista; lo fundamental en el mundo es la materia, el cuerpo; la materia está formada por los átomos, que son los elementos más infimos de ella; los cuerpos existen independientemente de nuestra conciencia; la materia es eterna, y no ha sido creada, no crece ni desaparece; la materia puede ser conocida por medio de nuestros sentidos y por medio de la razón; las sensaciones constituyen un conocimiento inferior; la razón aporta los conceptos.

Desde su punto de vista, el método matemático, geométrico, es un método científico universal que debe ser aplicado, tanto en el terreno de las ciencias naturales, como en el de las sociales, en la vida social, en el espacio moral y político. Este enfoque de la teoría del conocimiento por el método científico natural, implicaba una verdadera revolución que se enfrentaba al predominio de la escolástica. Sin embargo, el método mecanicista, apenas era el primer intento de rebelión contra un pasado sumido en el mundo de la religión y de la teología.

¿Que busca el hombre como fin supremo?, preguntaba Hobbes; y contesta: El placer verdadero, es decir, lo útil. Y ¿Qué es lo útil al hombre?; y contesta: Una moral utilitaria amplia que abrace la ética más pura; es preciso ser buen ciudadano, buena persona, sociable y servicial, no por el cumplimiento de un deber, sino por la utilidad que el hecho útil presenta. La moral utilitaria supone un estado social organizado. El hombre en "estado de naturaleza" es un lobo para el hombre (homo homini lupus). El "estado natural" consiste en una guerra permanente de todos contra todos (bellum omnium contra ommes), y para escapar a esta destrucción recíproca, los hombres se sometieron a un príncipe que organizó las relaciones sociales en vista a lograr un interés común satisfactorio. Tal príncipe merece que le resignen todos los intereses individuales, el de las instituciones religiosas, el de las creencias de toda clase y hasta los dogmas; y doctrinas de la ciencia. En suma: el despotismo absoluto es la consecuencia definitiva de la doctrina utilitarista de Hobbes. Es evidente que Hobbes influyó en Juan Jacobo Rousseau para la estructuración de su doctrina del "Contrato Social" que tanto influyó para la dirección del proceso revolucionario de la Europa del Siglo XVIII.

El libro de Hobbes sobre el Estado se llama "Leviathan" y fué publicado en 1651. El "Leviathan" es la síntesis de la doctrina de Hobbes, que algunos han llamado "tesoro de doctrina moral y política" y otros, consideran que es la más grande obra de filosofía política escrita en inglés. El nombre completo de la obra es: "Leviathan: o la materia, la forma y la potencia de un Estado eclesiástico y civil".

Leviathan es un monstruo bíblico, una especie de gran hipopótamo del cual habla el Libro de Job, indicando que "no hay potencia en la tierra que pueda serle comparada". En otra imagen, esa bestia marina es comparada, o mejor dicho representada por los santos padres de la Iglesia católica; en el sentido moral, como el demonio o enemigo de las almas. Según la mitología del pueblo mandeo (pueblo de la antigua India que vivía en las márgenes del río Indo) es un monstruo que, al final de los tiempos, durante la dominación del planeta Marte y la aparición del Islamismo, devorará la tierra, los planetas, el zodíaco y todas las almas pecadoras.

Para Hobbes, el Leviathan es un hombre artificial gigantesco. Este ser mítico aparece pintado en la primera edición de la obra, imaginado por el autor emergiendo de una colina, a medio cuerpo, con la mirada dilatándose hacia un paisaje de bosques, colinas y valles que preceden a una ciudad importante; su mirada es fija, penetrante, con una sonrisa leve, casi imperceptible y sarcástica, con gran parecido a Oliverio Cronwell, el dictador republicano que ocupa la jefatura del Parlamento Inglés, desde la revolución de 1648 y cuyo poder terminó con él en 1658 y con su hijo en 1660. Su cuerpo está hecho de individuos aglomerados que se juntan a millares; en la mano derecha sostiene, levantada sobre el campo y la ciudad, una espada; en la izquierda, un báculo episcopal. Más bajo, encuadrando con el título de la obra aparecen dos series de emblemas; unos de orden temporal militar y otros de orden espiritual eclesiástico, o sea: un fuerte, una catedral, una corona y una mitra, un cañon y los rayos de la excomunión, una batalla con caballos encabritados, un concilio cuyos personajes llevan grandes vestimentas.

El ser descrito es un "hombre artifical creado por el arte habilidoso del hombre: el Leviathan es una invención humana conocida con el nombre de "cosa pública" o "Estado" (Commonwealth o Civitas y polis). Este ser mítico, imaginado por Hobbes con forma humana, ha sido creado para defensa y protección del hombre natural: en él, su alma es la soberanía; la recompensa y el castigo son sus nervios; la opulencia y la riqueza de todos los particulares son su fuerza; la salud del pueblo es su función, la equidad y las leyes son la razón de su ser y de su voluntad; la concordia es su salud; la sedición es su enfermedad; la guerra civil es su muerte.

En el análisis del hombre artificial que es el "Leviathan", Hobbes sigue los siguientes pasos:

a) La causa material y la causa eficiente, o sean: la substancia y el escultor. Uno y otro son la misma cosa: el hombre, como ser individual natural. En el comienzo de todo está el movimiento; y el hombre, como ser natural, es un mecanismo con sensaciones que se manifiestan en forma de apetitos, deseos, aversiones, amor u odio que generan esfuerzos hacia la consecución de algo "La voluntad es el acto de decidir el último apetito o la última aversión en el debate interior previo para hacer o no hacer alguna cosa". "Lo que se llama "felicidad" existe cuando nuestros deseos se realizan con un éxito constante".

b) El poder es la condición "sine qua non" de esta felicidad. Riquezas, ciencia, honor, no son sino formas del poder. Hay en el hombre un deseo perpetuo, incesante, de poder, que no cesa sino con la muerte. El hombre es un ser dotado de razón y en esto se distingue de los demás seres del reino animal; es curioso, y de allí su afan por la ciencia; es religioso, de donde su afán de averiguar sobre lo infinito e invisible, es decir, por la causa de las cosas que es Dios; sufre de ansiedad y de ambición, y de allí su afan de indagar sobre el porvenir y de temerle a lo invisible. Esa es la naturaleza del ser humano.

c) Todo hombre frente a otro hombre es un competidor. Y esa es, precisamente, la condición natural de vivir en sociedad. y todos los hombres están ávidos de poder, bajo todas sus formas, en todos sus aspectos y manifestaciones. El estado natural del hombre es la competencia, la desconfianza recíproca, la avidez de gloria o de reputación, lo cual da como resultado la guerra permanente de todos contra todos. La guerra no es sólo el hecho actual de batirse, sino la "voluntad buscada de batirse"; y mientras exista esa voluntad de batirse, hay guerra y no paz: el hombre es el lobo del hombre; homo homini lupus.

En el estudio del hombre individual desde el punto de vista biológico natural Hobbes señala dos tendencias naturales de la raza humana, que son:

i) Una avidez natural por la cual uno pretende gozar, él sólo, de los bienes comunes;

ii) Una razón natural por la cual cada uno procura evitar la muerte violenta como el mayor mal de la naturaleza.

d) Para escapar o salir de ese "estado de naturaleza" que es el de "guerra de todos contra todos", el hombre ha tenido necesidad de crear el "derecho natural" orientado por la razón. Se llega al derecho por el impulso natural de las pasiones y de la razón. Algunas de las pasiones inclinan al hombre hacia la paz, como por ejemplo, el temor a la muerte; a la vez que la razón le sugiere artículos de paz, con los cuales puede convenir con los demás hombres con quienes se relaciona. A esos artículos Hobbes los llama "leyes naturales", a los cuales la razón llega de hecho, obtenidas como conclusiones, axiomas o teoremas en la geometría. Esos artículos son leyes, preceptos o normas generales, por las cuales, se prohibe, a los hombres, hacer lo que acarrea la destrucción de la vida u omitir lo que no contribuye a conservarla.

La primera ley fundamental es: "buscar y conseguir la paz, en cuanto se tiene la esperanza de obtenerla; y cuando no se puede obtenerla buscar y emplear todos los auxilios y ventajas de la guerra" (Leviathan I.14).

La segunda ley es: "El hombre, espontáneamente, cuando todos lo hagan y en cuanto lo juzguen necesario para su paz y su defensa, debe de renunciar a su derecho sobre todo y contentarse con tener tanta libertad respecto a los otros cuanto él mismo reconoce a los demás con respecto a sí" (Leviathan).

Bajo la influencia de estas dos leyes generales del derecho natural, el hombre sale de su "estado de naturaleza", es decir, de la guerra contínua o perpetua de todos contra todos y celebra con los otros hombres "pactos, contratos o convenios" por los cuales renuncia a una parte de sus derechos primitivos.

e) Esos pactos, convenios o contratos no se cumplirán dada la naturaleza apetitiva, mezquina y egoísta del hombre individual. Se necesita para ella de un poder irresistible, visible y tangible, armado del castigo, que constriña, obligue y someta a los belicosos hombres, pues "los pactos sin la espada no son más que meras palabras" (Leviathán). Este ser irresistible, visible y tangible es el Estado el Leviathan, el hombre artificial cuya descripción se ha hecho o sea la "Cosa Pública", el Commonwealth, la Civita, la polis; esta Estado goza de un poder cohercitivo que constriñe, que obliga, de donde nacen las nociones de lo justo y de lo injusto, del bien y del mal; en general, las nociones morales; ser que sirve de medio para garantizar la vida pacífica de la comunidad (Leviathan I.15).

f) El Estado es una persona de cuyos actos cada uno de los individuos debe considerarse autor. El que representa al Estado es el "soberano", el cual tiene poder ilimitado sobre todos; los demás sólo son súbditos. El poder del soberano es absoluto.

Una ley natural obliga al soberano a garantizar la vida y la seguridad de la comunidad, del pueblo; pero el soberano sólo está obligado a rendir cuentas ante Dios, que es el autor de esa ley. También es obligación del derecho natural del soberano, el preservar la soberanía, no traspasarla a otro ni permitir que sea disminuída.

Los súbditos están obligados a la más completa obediencia al soberano en todo lo que no esté en oposición a las leyes divinas.

g) Lo que preserva al Estado Leviathan, es la autoridad. El beneficio conquistado con el pacto social que creó al Estado, el hombre que era un lobo para el hombre se ha convertido en un "Dios" para el hombre. Es decir, el ente mítico "Leviathan" monstruo o dios se ha considerado, fantásticamente, un monstruo devorador o un dios hacedor, protector, magnánimo, previsor, liberal y humano. La autoridad es la afirmación intransigente y el ejercicio integral de la soberanía. Los derechos de la soberanía son para el soberano los medios para la realización de sus funciones; y quien renuncia a los medios renuncia, así mismo, de los fines. La autoridad es la condena implacable de todas las doctrinas que falsamente conducen a las sediciones y a la guerra civil.

h) Lo que disuelve al Estado, es la ausencia de autoridad absoluta e indivisible. Una forma de minarla es aceptar gobiernos mixtos; la pretensión de someter al soberano a las leyes; la de atribuir a los súbditos un derecho de propiedad absoluta.

Lo que disuelve al Estado es la discusión del poder del soberano, por lo cual el Estado debe perseguir todas las falsas doctrinas que lo adversen y lo critiquen, siendo esta persecución tenaz e implacable.

La principal idea que debe perseguir sin descanso el Estado es la que sostiene que "Los hombres deben juzgar lo que está permitido y de lo que no está permitido, no por la ley, sino por su propia conciencia; es decir, por su juicio personal". Porque si los hombres se erigen en jueces, forzosamente retornará al estado de naturaleza; tan odioso por su anarquía incontrolada.

Lo que disuelve también, por otra vía peligrosa, al Estado, es la concepción falsa de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, de la religión y de la sociedad civil. El Estado debe tener el dominio de la religión y de la sociedad civil. El Estado debe ser también órgano de la Iglesia. Ninguna falsa autoridad espiritual tiene fundamento alguno para erigirse en rival del soberano poder del Estado.

Ningún Papa, dean, patriarca, imán, sanhedrín, etc., tampoco ninguna conciencia humana individual podrá oponerse con jerarquía igual o superior al Estado Leviathan. Ninguna discusión puede abrirse en el corazón del cristiano o del creyente y el súbdito; tiene que imponerse la ley civil sobre el sentimiento religioso. En el Estado Leviathan, nadie tiene ya que servir a dos señores. Esta es la exposición más coherente y sistemática del absolutismo político.

La forma del Estado Leviathan no importa, puede ser una monarquía, una aristocracia oligárquica, una tiranía, una democracia. La forma monárquica o republicana, indiferente, pues en una u otra, el poder debe ser absoluto para el soberano. El autor del ente mítico del Leviathan prefería el Estado monárquico.

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